Enseguida el moro traductor se hizo con el barco y entonces avisaron a todos los hombres que iban a ser liberados junto a nuestro cautivo. A continuación tendrían que avisar a Zoraida de que pronto acudirían a rescatarla, y a avisarla de que no se asustase si su casa era asaltada por unos cristianos.
El propio cautivo se dejó ver por el padre de Zoraida y habló con él en presencia de su hija diciéndoles a ambos que había sido "rescatado" por su amo y que al día siguiente partiría.
Así pues, el día acordado, Zoraida estaba esperando a su amado cristiano y se fugó con él y con sus compañeros llevándose gran cantidad de joyas y dinero de su padre.
Estatua de don Quijote en Béjar (Salamanca) |
Pasadas varias horas le quitaron las cuerdas y el paño de la boca y pudo ver cómo su hija se dejaba abrazar y besar por el cautivo cristiano; pero no se atrevió a decir nada porque estaba amenazado de muerte. Más tarde el propio cautivo le explicó que su hija era cristiana y que había sido ella la que les había ayudado a escapar de su cautiverio. Al oír todo esto, el padre de Zoraida, en su desesperación, se tiró al mar y hubo de ser rescatado.
El barco fue arrastrado por la tormenta a una pequeña cala y allí les dieron la libertad al padre de Zoraida y a los otros moros que habían sido apresados.
Inician entonces el viaje de vuelta a España, a donde llegan no sin dificultad, puesto que incluso son asaltados por unos piratas franceses.
Al llegar a tierra española (a Vélez Málaga) primero se encuentran con un pastor al que siguen, y después la casualidad hace que se encuentren con el tío de uno de los cautivos. La historia acaba felizmente y cada uno se va por su lado. El cautivo solo espera volver a su casa y reencontrarse con sus hermanos y, respecto a Zoraida, casarse con ella como prometió.
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